jueves, 6 de junio de 2013

Nocte somnia /1

No hay nada de malo en los martes, pensaba el tipo, mientras tomaba un porrón de cerveza. El bar era un velorio, sonaban canciones demasiado conocidas y había pocas caras fuera de lo habitual. Un día de semana a la noche. Pero no tenía nada de aburrido, para la mente que encuentra placeres donde no los hay, para el cuerpo que se regocija con pequeñeces. Es por eso que la Red Läger estaba tan buena, las personas hermosas y hasta el sucucho que cumplía la función de 'baño' parecía oler a flores, y eso que definitivamente era un espacio que no había descubierto jamás la invención del desodorante de ambiente. La barra era el único lugar con madera real, las mesas y sillas eran de plástico y las bebidas se acomodaban en estantes de hormigón, haciendo juego con todo el lugar. El techo era de madera artificial, un amargo recuerdo de cuando abundaban los árboles en las casas de Tierra Sur. Pero ese mostrador, pequeño y viejo, era de pino canada, era un placer para el tacto. Concentrado estaba acariciándolo, hasta que lo interrumpieron dos situaciones que se le habían escapado durante el trance: la primera, la cerveza roja se había calentado; la segunda, más desconcertante, era que había alguien hablándole
- ¿Cómo? - debía tener cara de bobo cuando ofreció tan pobre respuesta. Esperaba, aunque no demasiado preocupado, que no estuvieran hablándole por mucho tiempo
- Je, preguntaba nomás qué había de interesante en la barra... Estás hace rato mirándola - sonrió ella. Entonces fue cuando pudo percibirla finalmente. Era una chica, joven y con mirada curiosa, que se había sentado a dos sillas de distancia y lo miraba apoyando su cabeza en su puño, descansando su codo sobre la madera de verdad. Antes de que responiera, el barman le trajo una pinta de cerveza recién tirada, ella pagó y se volvió para continuar con su pregunta. Pero la respuesta nunca llegó, porque en los dos minutos que dejó de prestarle atención, el tipo raro había desaparecido completamente. Se quedó perpleja. Miró por todos los pocos lados que podría estar una persona, pero ni rastro del chabón. ¿Lo habría asustado?

No hay nada malo en los martes, pensaba el tipo, mientras caminaba por la calle. Pocos son los boliches que ponen música fuerte, casi no hay autos ni gente, y sopla, como cada condenado día en el Sur, el gélido viento nocturno, un terrible contraste para el frío que congela la estepa hace años. Dejó que el aire se metiera en su cuerpo, se colara suavemente y diese un poco de vida al cuerpo. Era una pena lo de la chica, sabía bien que le había hablado por un genuino interés en conocerlo. Pero no fue su rostro o actitud la razón de la fuga, ni sus pechos o su cintura, fue tan sólo una palabra.
- Mirándola - sonrió para sí, y miró hacia el cielo. Era una pena, pero jamás podría haber conocido a alguien que creía que podía pasar tanto rato mirando una barra. Odiaba haber nacido así. Odiaba ser un dreamer. Al menos, las estrellas estaban todos lo días. Siguió caminando, como hombre que sabe todo, aunque caminaba sin esperarse ni por asomo lo que le esperaba a la vuelta de la esquina.

1 comentario:

Unknown dijo...

uuuh muero por leer la segunda parte!!! muy bueno!!