miércoles, 12 de junio de 2013

Nocte Somnia/2

En el edificio 7 del Alto, apodado "Casa Mapu", había un total de diecinueve habitaciones aptas para ser habitables,  con una capacidad máxima de tres o cuatro personas cada una, lo que debería significar que vivían alrededor de setenta y seis personas. Pero en realidad, fuera de los registros del gobierno sureño, la comunidad estaba compuesta por al menos cientocincuenta ántropos que con el paso de los años habían conseguido hacerse un lugar menos frío que la intemperie dentro de la mole de cemento. Ninguna de las habitaciones tenía menos de seis personas durmiendo dentro, y eso era en los casos que habían conseguido trabar las puertas de chapa con suficiente fuerza para no despertarse con un nuevo inquilino. Pero la pobreza  se había vuelto creativa con el paso de los años, y en cada hueco que pudiese albergar un cuerpo contra el viento nocturno ahora dormían los desechos que dejaba Puerto Sur, la mayoría simplemente estaba días y días picando un hueco en las paredes donde se acostaban y tapaban con cartón. Los más hábiles había construido en los espacios de cada piso donde hace muchos, muchos años subía y bajaba el ascensor; aunque estos tenían el peligro constante que los pisos de chapas sostenidos por vigas de hierro que colocaban se desmoronasen por el peso de sus ocupantes o por el de un vecino cayendo en picada. No sería la primera vez, decían las viejas del tercer piso, pioneras del barrio, dinosaurios de una época olvidada que ya nadie recuerda.
Pero lo que nadie sabía en todo El Alto, ni siquiera en el mismo Casa Mapu, era que una persona tenía una habitación entera para ella sola. Con dos ambientes. Y tenía ese lujo porque era un cuarto muy bien escondido, tanto a la curiosidad de los internos como de la vista de los edificios en los alrededores. Ella era muy astuta.

El maldito viento de Tierra Sur estaba particularmente gélido, sentía mientras pensaba en su casa, sentada en el banco de la plaza Belgrano. Quería volver a su santo refugio, el tesoro más grande que podía tener en un lugar como ése. "Me cago en la gente violenta" se dijo mentalmente. Hacía un par de semanas que en el quinto piso habían matado a golpes a un grupo de obreros para quitarles el cuarto. En las noticias decían que los tipos se habían emborrachado con licor de coca y habían olvidado atrancar sus puertas, y cuando la gente del pasillo sintió el calor de adentro enloquecieron. Ella había tenido suerte de no estar ahí esa noche, pero el resultado de la masacre fue un montón de milicos dando vueltas por el edificio y muchos más ántropos esperando a que liberen el cuarto para ocuparlo. "Demasiado riesgo volver" se dijo cuando vio  la situacion del 7 "Me tengo que aguantar vivir en la calle unos días". Pero esos días ahora sumaban dos largas semanas temblando en las plazas. Se concentró tanto en su propio frío que no anticipó lo que se acercaba caminando a la vuelta de la esquina.

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