miércoles, 18 de junio de 2014

Esclavitud

El mundo se cierra sobre mí, impidiendo que respire sin sentir la brisa que congela nuestras almas. Estoy despertando. Y como todo aquel que despierta de un sueño muy, muy largo, mi mente se rehúsa a encenderse, como si fuera la pereza de los cinco minutos, pero con una fuerza descomunal llamada costumbre. Porque es más fácil que ver la realidad, vemos el espejo que nos muestra fantasías, que nos hace olvidar lo que ven nuestros ojos para reemplazarlo con la ilusión de otra vida, otras reglas, otra existencia. Quienes gozan de ignorancia, jamás serán libres pero siempre creerán que son libres. Quienes padecen de información sentirán el peso de las cadenas muy dentro de su alma.
¿Qué me hace esto a mí, que no soy ignorante pero tampoco tengo el valor de rebelarme contra mis amos? ¿Un cobarde? ¿Uno más del montón? Y aún sabiendo lo que sé, me fuerzo a mí mismo a encontrar placer donde siempre hubo placer, a pesar de saber que ese placer es una estrella que hace tiempo murió y simplemente puedo ver su luz.

Mundo curioso, el nuestro. Criaturas curiosas, nosotros.