martes, 8 de marzo de 2011

Carnaval de mi barrio, la fiesta de la inversión



Año 2010. En el festejo del bicentenario lxs murguerxs postean en sus feisbuks el videíto de la presidenta con galera intentando bailar murga. Unos meses después a Cristina se le pianta la idea de regresar al calendario el feriado de carnaval que la dictadura del ´76 aniquiló.
Comienzos de 2011, el circuito de corsos llenó la agenda durante un par de meses y los medios quieren al carnaval, lo promueven y ovacionan. Circulan frases como “el regreso de la alegría”, el momo que “re-estrena con su antiguo esplendor” y permite recuperar la magia que unas decenas de “entusiastas” mantuvieron durante los 34 años sin feriado.
En la ciudad de las diagonales la previa sucede en Plaza Moreno, un evento más de la municipalidad que colma la plaza de gente curiosa. El corso “oficial” es en meridiano quinto. Organizado por el colectivo platense de murgas estilo uruguayo y por el Centro Cultural Estación Provincial, quienes se dedicaron previamente a hablar con la gente mayor del barrio, recolectando recuerdos de los festejos de antaño para, de alguna manera, restituirlos en un nuevo contexto.

Así es que se vienen los corsos: geniales porque son grandes y tienen muchas cosas lindas, comparsas, murgas, espuma… pero triste porque sólo cuando de arriba mandan la orden del feriado a lxs políticxs se les ocurre hacer un festejo "popular" (vale recordar las posibilidades turísticas y los beneficios económicos del fin de semana largo, que es, por supuesto, un lujo que sólo una parte de la población puede disfrutar). Triste porque lo que se resalta es la obtención del feriado, pero se olvidan los años de corsos censurados, de las burocracias interminables para poner un sonido o cortar una calle por un rato, de la persecución y la intolerancia hacia muchas agrupaciones de carnaval por expresarse en la vía pública. Triste y también ofensivo hacia el trabajo de hormiga que busca hace años contagiar el sentimiento carnavalero, generando espacios de encuentro en la calle. Años de autogestión y lucha que se clausuran con la obtención de un feriado, que es sólo parte de lo que realmente se busca.   
           
Carnaval. Fiesta de la inversión por tradición, momento donde todo se da vuelta y los roles cambian, los cuerpos cambian, las leyes cambian. Momento de abandonar las rutinas, de encontrarse en un espacio público y compartir lo que se tiene. No es un feriado, es un sentimiento. Los corsos de siempre, los que no se dejaron de hacer y se vienen construyendo año a año, también están presentes, aunque no gozan de los auspicios masivos, y se laburan desde el corazón. Señora vecina, señor vecino: vaya a darse una vuelta por Berisso, por Villa Argüello o por El Rincón… y contribuya con su ladrillito!
           


>> Un plus que proviene de la Murga Caidos del Cordón:

Manifiesto de Carnaval
Sobre el ARTE y la MURGA como espacio de arte


Para hablar del Carnaval y hablar de la Murga el camino es libre para cualquiera que desee hacerlo; haya “investigado” mucho, poco o nada. El Carnaval se vive.

La Murga y el Carnaval tienen un sentido y un sentimiento popular, en contra de lo que diga cualquier defensor del control estatal o de cualquier otro poder soberano.

El Carnaval es callejero. No se aprende ni se aprehende en ninguna Institución: se hace haciendo.

El Carnaval es libertad. Alteración del orden social establecido visible e invisiblemente. Ruptura del modo cotidiano (“normal”) de hacer, ser, decir, actuar. Espacio físico y social de expresión sin normativas. La fiesta de la anomia. El mundo del revés.
Carnaval es sinónimo de Murga. Murga es sinónimo de Carnaval. Son espejos.

Por tanto hay que tomarse el atrevimiento de pensar y vivir el Carnaval libremente. Carnaval de Murga, Carnaval de Arte, Carnaval de Gente, Carnaval de Candombe, Carnaval de Comparsa, Carnaval de Batucada. Y etcéteras de carnavales.

“La Murga” no es una. “La Murga” no es homogénea. Murga(s) se construyen de distintas maneras, acá, en el barrio, en el centro, en las capitales, en las provincias, al norte, al sur, en otros países… en las personas, en las cabezas, en los corazones, en las manos. Con otros nombres.

Comprendamos la diversidad, no la condenemos.

Celebremos las místicas populares, sean de donde sean. Seamos carnavaleras y carnavaleros también para pensar, decir y actuar en nuestras vidas cotidianas.

El Carnaval es Arte y el Arte es Carnaval. El Arte no tiene principio ni fin.

El espacio popular es el espacio público. Es nuestro espacio compartido. Es nuestro. El Carnaval, el Arte y la Murga y los etcéteras populares tienen su lugar de encuentro y expresión en la calle, en las plazas, en los paseos, en los espacios naturales (que también son nuestros). No hay límites para la libertad.

La Historia no es una. El Carnaval no es uno. El Arte no es uno. No son homogéneos. Podemos elegir un pedazo, hacerlo ver, levantarlo sobre el resto en nuestros brazos o agitarlo en una bandera… siempre quedará un lado oscuro. No hay que ser eruditos/as para saberlo. Historia(s), Carnaval(es) y Arte(s) se construyen de distintas maneras.

El Arte es un fin en sí mismo. Ese fin tiene una vocación política y social clara, aún cuando pretende negarse. Pretender, ocultar, negar, mostrar, decir son intenciones que subyacen. La evidencia es el Arte mismo.

En el Arte se canalizan sentimientos y pensamientos de una persona o de un colectivo de personas, ambas sujetas y atrapados de/en una historia y una sociedad y cultura determinadas.

Hacer Arte y decir que es por “mero” sentido artístico es una decisión, política y social. A lo sumo podemos dudar de la transparencia del hacer, el decir y el decidir.

La Murga es Carnaval. El Carnaval es Arte. La Murga, el Carnaval, el Arte son fines y son decisiones, son canales históricos y son expresión de la libertad creadora en el seno de una sociedad y una cultura.


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