domingo, 26 de agosto de 2007

...en el fuego




Circuela Cuchulifa que pasea en biciclutez, vuelve apresurada a mirar por la ventana mientras se seca las manos en el delantal, para cuidar que el cerdo que esconde el vecino no les quite, otra vez, la comida a sus perros.
Destapa la olla y el arroz yamaní borbotea.
Boinado lee una revista de historietas de historias de arroz con pollo y ciudadanos que miran la TV.
Se mueve porque el aroma de la cocina lo marea y en vez de leer "arroz con pollo" lee "espinacas" y en vez de ver caritas de ciudadanos que miran la TV ve Cuchulifas por todos lados.
Revista abierta hacia abajo, mirándose con la mesa, el humo de una colilla que sube despacio y Boinado atravesando la breve distancia entre Circuela y él.
Circuela Cuchulifa filosofogando sobre la alimentación de los cerdos (preguntándole a sus otras yos si sería una buena trampa darle arroz yamaní a los perros) es interrumpida por la mano del Boinado, con su breve poesía de bolsillo, con su música de calleja; que rodea su cintura y le invade la estática vagabundez con un beso en la nariz.
Lo mira y le sonríe y revuelve con la cuchara de madera.
Juntos revuelven charlas y a modo de conclusión, de episodio visible, intercambian un par de palabras, de la estirpe de las que esconden el gran iceberg de sentimientos.
- ¡Qué rico olorcito a comida!
- Y qué leías, ¿el de Hugo Sami?
- ¿Cuál cerdo? ¡¡Los vecinos nunca tuvieron mascotas!!
-Pero estoy más que segura, se mete en el jardín a la noche y se revuelve las sobras...
- Mirá si van a pasar tantas cosas sin que nos enteremos... nos quedamos toda la noche mirando si querés.
- Mirarte a los ojos, me encanta, pero me gustaría dormir porque mañana me toca pasear y no arreglé mi biciclutez.
- Si no te animás... después no me vengas con falsofofadas.
- ¡¿Cómo que qué?! Mejor así no vengas más a comer, ya no me importa.

El arroz se empieza a pegar en el fondo de la olla y Circuela Cuchulifa reacciona. Suena el timbre. Corre al espejo del baño, se acomoda el flequillo y revisa el aliento. Se mira de nuevo al girar para asegurarse de que ésa era la pollera correcta.
Intenta una disimulada seriedad y baja el picaporte, con una sonrisa de oreja a oreja. Llegó el Boinado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿La Colombina sacará tanta hermosura de su cabeza por algún privilegio divino? ¿O será que tanto ser "lo que no parecer ser" le ayuda a guardar, a generar, a elaborar en el silencio y profundidad de sus paredes de nácar, perlas maravillosas que me han hecho emocionar hasta las lágrimas? ¡Qué hermoso destino de ralámpago, en medio de esta tormenta de mediocridad! ¡Qué aire poético, que vuelo sensible lleva en sus alas mi querida Colombina! Y si fue un sol para mi desde aquella carta, aun antes de nacer, en que me llamó: "querido tío P.".

Berrysand dijo...

Amo el arroz pasado, papá siempre compra de ese que nunca se pega, me molesta esa situación y en cuanto puedo robo a escondidas del arroz que compramos para hacerles comida a los perritos...bonitos, por suerte ellos sé que lo comparten conmigo.

Me gusto mucho lo q salió!!! tenia muuuucho aroma, y algo muy cálido!